Beneficios DEFENSUS®
Constantemente demostrado por los resultados atestiguados semana a semana en nuestros alumnos y por los médicos y psicólogos que asisten a nuestras clases, nuestra formación es un manantial de beneficios para la salud física y mental, para el bienestar y la seguridad de las personas. Y lo mejor es que estos beneficios comienzan a obtenerse ya desde la primera clase.
Así pues, en nuestras clases DEFENSUS®, asociado al excelente adiestramiento táctico defensivo y al ambiente de entrenamiento tan ameno y agradable con gente tan amable, al trato tan cercano y respetuoso con todos, también ¡al sentido del humor!, a la visión positiva y apreciada de la vida y al cultivo de valores éticos y humanos [+ info sobre Nuestra filosofía y Valores], etc. se logran muchísimos beneficios, entre ellos: más autoconfianza, más optimismo, más seguridad respecto a uno mismo y frente a los demás, mejora de su autoconcepto/autoestima, más alegría y esperanza en la vida, más fortaleza física y mental, actitud positiva, más autodisciplina, mayor autocontrol en todas las situaciones (especialmente las de crisis), reducción del estrés, todo lo relacionado con una mejor salud y bienestar, mejora de las habilidades motoras (equilibrio, coordinación, etc.), la paciencia y la perseverancia, el compañerismo, el desarrollo del espíritu de superación y de supervivencia, mejora de la concentración, conocimiento de la anatomía humana, mayor conciencia, entendimiento de todas las cuestiones legales y morales asociadas a la defensa personal, etc.
Ya desde la primera clase empiezan a adquirirse todos estos beneficios, sobre todo los psicológicos. Las motivaciones que llevan a incorporarse a las clases varían de unos alumnos a otros y no siempre responden al haber sufrido (o temer sufrir) un episodio de acoso o agresión. Pero quienes están en esa situación de sufrimiento psicológico son los que obtienen los resultados más inmediatos y sorprendentes. Lo cual no deja de tener una lógica aplastante, psicológicamente hablando. Si una persona tiene un sufrimiento porque ha sufrido (o teme sufrir) una agresión física, por la parte de asegurar/armar/blindar la protección física frente a su sensación de vulnerabilidad es por donde puede venir el alivio/desaparición de ese sufrimiento. E, insistimos, eso comienza a lograrse ya desde la primera clase cuando la persona empieza a adquirir/practicar/asimilar los primeros recursos de autoprotección, tan sencillos y eficaces, comprobando por ella misma que ya ha comenzado el antes y el después, la metamorfosis de su cuerpo y su mente en un arsenal de armas listas para ser usadas si es necesario en cualquier lugar y en cualquier momento (es decir, “Semper Expedius” -siempre preparados- como dice nuestro lema). Desde entonces cada vez más deja de ser un objetivo fácil para convertirse en un “guerrero” bien adiestrado para neutralizar rápidamente cualquier amenaza y volver a casa con su familia sano y salvo.
Desde hace muchos años en nuestras clases tenemos muchísimos testimonios preciosos del grandísimo bien que hace nuestra Instrucción a nuestros alumnos, como aportación muy positiva para sus vidas, como alivio/desaparición de sufrimientos, como el haber evitado problemas gracias a nuestros consejos de prevención, como el haber gestionado mucho mejor las situaciones de tensión y crisis, como el hecho de que mujeres recuperen su confianza para volver a maquillarse y vestirse femeninamente después de mucho tiempo sin atreverse a hacerlo al haber sufrido alguna experiencia desagradable, como el haber entrado en acción directa en situaciones reales de amenaza/agresión o intervenciones operativas logrando resolverlas con éxito en pocos segundos, etc. Pero para ilustrar lo explicado en el párrafo anterior, referiremos el caso de uno de nuestros alumnos adolescentes. Al estar sufriendo acoso escolar (bullying) desde hacía meses, casi no se atrevía a salir a la puerta de casa, y aún menos a ir al instituto. Tras varios meses de acudir a los psicólogos, desde allí se le recomendó asistir a clases de defensa personal. Así que su madre le inscribió a las clases de nuestro fundador. Al cabo de unas pocas semanas el sufrimiento había desaparecido por completo y el chico podía ir al instituto sin ningún problema. Pero se dio la circunstancia de que a las 5 semanas de haberse iniciado en nuestras clases, a la salida del instituto un delincuente común le amenazó con un machete a muy corta distancia (rozando la zona abdominal) para atracarle. En pocos segundos el atracador quedó desarmado y neutralizado en el suelo. ¡Como había cambiado todo! ¡De apenas atreverse a salir de casa, unas semanas después no solo había superado ese problema sino que además se sintió con la seguridad, la confianza y la capacidad de afrontar con éxito esa situación tan peligrosa! El chico y los padres nos estaban súper agradecidos por ese gran bien en tan poco tiempo, y nosotros plenísimamente satisfechos de haber contribuido a ayudar a las personas. Esa es nuestra razón de ser.
En este caso, como en muchos otros de nuestros alumnos a lo largo de los años, se tuvo que entrar en acción directa y se resolvió como nos adiestramos para resolverlo: de forma sorpresiva, rápida y efectiva. Si se puede, lo mejor es prevenir y evitar la confrontación. Pero hay situaciones que nos sobrevienen y no hay elección: hay que entrar en acción directa porque la agresión ya se está produciendo o es muy inminente. Ahí se manifiesta la vital utilidad de nuestra formación porque puede salvar vidas. Pero aunque no lo usáramos nunca (que es lo deseable), ya nos es muy útil porque donde estemos nos sentiremos más tranquilos y seguros con nuestro “armamento” natural que siempre llevamos encima, y si hay cualquier situación de tensión en cualquier ámbito, indudablemente lo vamos a gestionar con más templanza y seguridad. Lo que aprendemos en clase es perfectamente extrapolable a cualquier otra faceta de nuestra vida.
El como nos afecta algo y como lo gestionamos tiene una relación directa en como nosotros percibimos ese estímulo (situación/discusión/amenaza/agresión). Lo cual tiene una relación con nuestra situación actual y experiencias anteriores. Y ahí es donde entra en juego nuestro adiestramiento para afrontar con mayor templanza y resolución situaciones de peligro. Tenemos un testimonio científico sumamente interesante. Una de nuestras alumnas, siendo alumna de Psicología (ahora ya es psicóloga) sin conocer a los investigadores se apuntó voluntaria a un experimento de su Facultad. A los participantes en el experimento se les puso un “casco” para realizarles un electroencefalograma registrando el nivel de impacto (actividad eléctrica) en su cerebro ante la presentación de sucesivas imágenes de todo tipo (a todos exactamente las mismas imágenes). Entre las imágenes había estímulos violentos, estímulos neutros y estímulos agradables. Al comprobar los resultados, los investigadores quedaron muy sorprendidos porque, según le explicaron, y a diferencia de sus compañeros, ante los estímulos agresivos (como la imagen de un hombre apuntando con una pistola al observador, u otras imágenes violentas) nuestra alumna reaccionó a estos estímulos de una forma muy próxima a como lo hizo en los neutros. La explicación a estas sorprendentes reacciones era clara: su adiestramiento en defensa personal. Por tanto, a menor impacto, menos estrés. A menor estrés, menos efectos negativos fisiológicos y sensoriales; más templanza y más control de la situación; más capacidad mecánica y mental para resolverla rápida y adecuadamente.